En el umbral que separa las islas de Lanzarote y Fuerteventura, en medio del impresionante Estrecho de la Bocayna, se alza un testigo silencioso de la historia marítima de Canarias: el Faro de Pechiguera.
El faro de Pechiguera, perteneciente al municipio de Yaiza, y se encuentra en la punta más suroccidental de Lanzarote, en las proximidades de Playa Blanca. La construcción marca un hito crucial en la geografía marítima de la isla.
Su ubicación estratégica es esencial, ya que señala el paso entre Lanzarote y Fuerteventura. Este estrecho es una ruta frecuentada por los navegantes y ha sido testigo de numerosos desafíos a lo largo de la historia de la navegación.
El faro de Pechiguera: un legado histórico
A lo largo de su historia, el Faro de Pechiguera ha experimentado transformaciones notables que han estado intrínsecamente ligadas al desarrollo de Canarias.
A mediados del siglo XIX, en un esfuerzo por facilitar el transporte marítimo hacia y entre las islas, se implementó el Plan de Alumbramiento de las Islas Canarias. En abril de 1861, como parte de este plan, se subastó la planificación del proyecto del faro. La tarea fue adjudicada a Juan de León y Castillo, con la colaboración del ingeniero lanzaroteño Clavijo.
El autor intelectual detrás del proyecto del Faro de Pechiguera fue el ingeniero don Juan León y Castillo, un nombre que resuena en la historia de la ingeniería y la arquitectura de las Islas Canarias. Además de Pechiguera, este ingeniero también fue responsable de diseñar los faros de Lobos y Alegranza. La similitud entre estas estructuras es evidente en términos de forma, dimensiones y disposición de huecos.
El primigenio faro de Punta Pechiguera es un ejemplo representativo de la tipología arquitectónica característica de las Islas Canarias. Su estructura de piedra y su estética rinden homenaje a una herencia cultural y geográfica.
El Faro de Pechiguera se presenta como un edificio sobrio y sencillo, con una decoración austera. Los remates en cantería en la fachada, las esquinas y los múltiples vanos, todos con arcos de medio punto, son detalles que le otorgan carácter. El zócalo y la cornisa que rodean el edificio, al igual que la torre del faro, están íntegramente revestidos de cantería.
Se erigió como una estructura de piedra y barro encalado, con una planta rectangular de catorce metros de lado. Y aunque no se le puede asignar un estilo arquitectónico específico, su fachada y características exhiben un cierto aire de neoclasicismo. La construcción consta de tres partes distintas: la vivienda de los fareros o torreros, la torre y el almacén.
La vivienda de los fareros sigue el patrón de las viviendas tradicionales canarias. Un patio central, con un aljibe que recogía el agua de lluvia, actúa como distribuidor hacia las habitaciones, las áreas comunes y el almacén. Los tres dormitorios eran espaciosos, uno para el ingeniero, otro para el torrero ordinario y otro para el torrero auxiliar. El edificio contaba además de cocina, baño y despacho.
La torre, el corazón de la estructura, tenía una altura de 9,5 metros sobre el terreno y 15,6 metros sobre el nivel del mar.
En su inauguración en 1866, el faro emitía una luz fija y blanca visible a 12 millas náuticas, gracias a una óptica de cuarto orden y una lámpara de aceite de oliva. A lo largo de su historia, experimentó diversas mejoras en su sistema de iluminación, incluyendo la transición a una lámpara Maris alimentada con parafina y petróleo, y finalmente, en 1969, la automatización con una válvula solar de gas acetileno.
Sin embargo, después de 120 años de servicio ininterrumpido, el antiguo faro dejó de funcionar en 1986, siendo reemplazado por una nueva infraestructura más moderna, que se alza a pocos metros del original. El nuevo Faro de Punta Pechiguera, con su torre blanca de 50 metros de altura, entró en funcionamiento en 1989, y su sistema automatizado de energía solar y óptica giratoria puede ser visto desde hasta 17 millas náuticas.
Un enigma llamado pechiguera
Curiosamente, el nombre «Pechiguera» que lleva este punto geográfico y sus faros es enigmático en sí mismo. Aunque se sabe que esta zona consiste en tierras llanas e improductivas dentro del área conocida como El Rubicón en el sur de la isla, el origen preciso del nombre sigue siendo un misterio sin resolver.
El Faro de Punta Pechiguera: un tesoro cultural
A pesar de que el antiguo Faro de Punta Pechiguera se encuentra en estado de ruina y abandono en la actualidad, su importancia histórica y arquitectónica ha sido reconocida por las autoridades. En 2002, el Gobierno de Canarias declaró el faro como Bien de Interés Cultural (BIC), y un año después, en 2003, la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura de España lo incluyó en el Inventario de Bienes Inmuebles en la categoría de “Monumento».
El Faro de Punta Pechiguera, con su historia fascinante y su misterioso nombre, sigue siendo un faro que ilumina tanto el pasado como el presente de la isla de Lanzarote y las aguas que la rodean, recordándonos la importancia de la navegación y la exploración en la historia de las Islas Canarias.
El trabajo de torrero o farero siempre fue una labor apta solo para valientes. Vivir en los aislados parajes donde se ubicaron los faros en Fuerteventura era toda una aventura. Máxime si tenemos en cuenta que no contaban con asistencia médica cercana, y que el pueblo más próximo se encontraba a varias horas de camino. Entre los torreros de Pechiguera que han pasado a la historia se encuentra Agustín Pallarés y Leopoldo Plá y Botella. Este último padre de la poetisa y ensayista Josefina Plá
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